Desde el clásico "¡lleve lleve, bara bara!" hasta "carro colorado rojo abrochese el cinturón de "seguridá" por su propia seguridá", mi visita al centro del fin de semana se convirtió en una odisea estilo Homero.
Las flores de cempazuchitl junto con las veladoras, el pan, los retratos antiguos y demás ardornos típicos de un altar de muertos, me permitieron separarme del Halloween para recordar que a principios de noviembre se conmemora el Día de Muertos. A pesar de que entre la multitud alcancé a observar a algunas decenas de niños disfrazados de fantasmas, brujas o vampiros, las ofrendas de muertos junto con las "catrinas" me volvieron a recordar lo maravillosas que son nuestras tradiciones, y lo jodidas que son las gringas.
Mucho se habla acerca de que el mexicano se burla de la muerte. De acuerdo con Octavio Paz en "El Laberinto de la Soledad", el culto a la muerte del mexicano es "fascinación ante la nada". Asi es que me surge la interrogante de si los mexicanos solemos "mofarnos" de la muerte por rebeldía, por indiferencia o incluso por miedo. Personalmente prefiero no pensar en ella y simplemente esperar porque como dice aquella sabia frase popular "el muerto al pozo y el vivo al gozo".
Dejo una "calaverita", parte del folklore urbano vinculado al Día de Muertos.
Ya llego la Muerte
Hoy acaba de llegar
Vino a ayudar
A los que van a rezar
Acaba de llegar la Muerte
Vino a saludar a sus devotos
Quiso pasar un rato
A tomarse unas fotos.
Ya esta aquí la Muerte
Esta feliz con su gente
Celebrando las fiestas
Y disfrutando su aguardiente
La Muerte ya se va
A seguir su camino
Solo te pide un favor
Que no le falte su vino.
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